“Ada Lovelace Day” es una iniciativa mundial de blogging simultáneo para homenajear a Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852), y con ella a todas las mujeres que se dedican a la informática, técnica y ciencia en general. Ada fue la gran divulgadora de las ideas de Charles Babbage. Un lenguaje de programación de alto nivel desarrollado para el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América lleva su nombre, Ada. Existe un premio que lleva su nombre para reconocer a mujeres pioneras en el campo de la computación y, por último, su nombre se usa en varios programas para la orientación de jovencitas y mujeres hacia las carreras tecnológicas y de matemáticas en varios países del mundo. Para algunos, una de las 1000 personalidades del pasado milenio, un genio matemático, la primera programadora de la historia, la asistente la visionaria que entrevió las posibilidades de su Máquina Analítica de Charles Babbage y de la computadora. Para otros drogadicta, alcohólica, adepta al mesmerismo y la frenología, apostadora compulsiva, rebelde, frívola, coqueta, una estudiante autodidacta de las matemáticas con un nivel de principiante, infiel, y dominada por su malvada madre. ¿Qué hay de cierto en esta descripción que bien parece sacada del argumento de una serie de televisión? Nos la respuesta Virginia Berrón Lara, “Augusta Ada King, Condesa de Lovelace,” Universidad Tecnológica de la Mixteca, México: ”Ada como una persona deseosa de dedicarse a la Ciencia y a las Matemáticas en una época en la que las mujeres no tenían derecho a tener una educación universitaria, ni a manejar su propio dinero, ni a muchas otras cosas que son normales para las mujeres de hoy en día.” permitaseme unos extractos de este documento.
“Augusta Ada Byron nació el 10 de diciembre de 1815 en Londres, Inglaterra. Fue hija de George Gordon Noel Byron, el sexto Barón de Byron de Rochdale (1788- 1824), uno de los escritores más influyentes del Romanticismo. Se cuenta que fue cruel, excéntrico, polémico, ostentoso, mujeriego, controvertido, aventurero y … lleno de deudas.
Ada mostró desde un principio talento para las Matemáticas. A la edad de 12 años se propuso construir su propia máquina voladora, pero descuidó sus estudios, lo que disgustó a su madre quien la forzó a abandonar su proyecto. En 1833 Ada fue presentada en sociedad. Entabló amistad con una amiga de su madre, Mary Somerville (1780-1872), que le puso en contacto con importantes científicos de la época y la invitó a conferencias científicas. La señora Somerville fue una brillante matemática y astrónoma autodidacta que cobró fama al traducir al inglés el libro “Traité de Mécanique Céleste” de Pierre-Simon Laplace. Gracias a Mary Somerville, Ada conoció a Charles Babbage el 5 de junio de 1833 en una fiesta. Semanas después Ada, su mamá y Mary visitaron al inventor y matemático en su casa donde éste les mostró la parte ya construida de su Máquina de Diferencias. Babbage ya era reconocido como un distinguido inventor y matemático inglés, desde 1828 ocupaba la cátedra Lucasiana de Matemáticas de la universidad de Cambridge, la misma que había ocupado Newton, que también ocuparon Dirac y Hawking (actualmente la ocupa el físico teórico de cuerdas Michael Green, el profesor Lucasiano núm. 18).
En 1835 Ada se casó con William King, octavo barón de King, y a partir de 1838, primer conde de Lovelace. William y Ada tuvieron tres hijos: Byron (1836-1862), Ann Isabella (1837-1917) y Ralph Gordon (1839-1906). Después del nacimiento de su hijo Ralph, Ada empezó a buscar desarrollar una personalidad propia dedicándose de manera más seria al estudio de las Matemáticas y la Ciencia. Augustus De Morgan, profesor de Matemáticas en la Universidad Londres, la acepta como pupila en 1840. Ada le pidió por carta a Babbage que fuera su tutor de Matemáticas, pero no le interesó. Eso no quita que Babbage con Ada fue lo más generoso y lo menos sexista que podía ser con ser humano alguno.
En el otoño de 1840 Babbage viajó a Turín para dar una serie de charlas esperando conseguir apoyo extranjero para la construcción de su Máquina Analítica. Ahí un ingeniero y matemático sardo Federico Luigi, conde de Menabrea, preparó un artículo en francés, basado en las exposiciones de Babbage, publicado en el número 82 de la revista Bibliothêque Universelle de Genève de octubre de 1842. Lady Lovelace y el editor científico Charles Wheatstone acordaron, sin decirle nada a Babbage, que ella tradujera el artículo al inglés con intención de publicarlo como una manera de difundir el trabajo de éste en Inglaterra. Este fue el trabajo más importante de la vida de Ada: ”Sketch of the Analytical Engine invented by Charles Babbage, Esq. By L. F. MENABREA, of Turin, Officer of the Military Engineers. Originally published in French in 1842 in the Bibliothèque Universelle de Genève, No. 82 NOTES BY THE TRANSLATOR. [Augusta Ada Byron King, Countess of Lovelace].” Ada incluyó notas originales al trabajo previo de Menabrea. Las “notas” fueron varias veces más largas que el propio ensayo de Menabrea.
Menabrea delineó el propósito de los componentes de la Máquina Analítica y reconoció que sería capaz de calcular cualquier fórmula algebraica propiamente expresada (o programada) con las tarjetas perforadas. Las tarjetas, escribió Menabrea, son meramente una traducción de las fórmulas algebraicas…. La publicación de Ada (resultó ser) el primer trabajo que discutía la programación de una computadora en extenso; sería el único trabajo de este tipo hasta el siguiente siglo. El trabajo se centra en la posibilidad de programar la Máquina Analítica mediante tarjetas perforadas (como las del telar) de Jacquard. “Gracias a la implementación de las tarjetas perforadas,” escribió Ada, “la Máquina Analítica teje patrones algebraicos de la misma manera que el telar de Jacquard teje flores y hojas.”
Las notas de Ada no sólo describen el mecanismo de las tarjetas perforadas sino que también introducen una notación para escribir programas. Babbage había adoptado un formato tabular para expresar programas que Ada modificó en su publicación. Ada finaliza sus notas con su programa para el cálculo de los números de Bernoulli. Este programa demostraba la capacidad de bifurcación condicional de la Máquina Analítica y usaba dos bucles. Fue mucho más ambicioso y complejo que cualquier programa que Babbage haya escrito jamás para la Máquina.
Ada era aficionada a las apuestas en carreras de caballos (apostaba a través de intermediarios y con permiso, por escrito, de su marido). Más que por una adicción, sus problemas económicos causados por sus pérdidas en las apuestas se explicarían por un error de cálculo y la imprudencia de alguien que no sabe manejar sus finanzas. En junio de 1851 tiene frecuentes y fuertes hemorragias que obligan a sus médicos a ordenarle permanecer en Londres. Los problemas económicos de Ada enfurecieron a su madre contra Lord Lovelace. A finales de agosto de 1852 Ada tiene un paro cardiaco del que se recupera. En los últimos días de su vida es aislada de sus amigos y sometida a una preparación para la muerte dirigida por su propia madre. Ésta consiste en hacerla confesar todos y cada uno de sus pecados y vicios, los verdaderos y los imaginados por su madre también, además de hacer a su mamá heredera y responsable de todos sus papeles y asuntos. Ada muere en la noche del 27 de noviembre de 1852, después de que los médicos en un gesto de bondad le recetaran belladona (Atropa belladona), planta usada como narcótico capaz de causar estados de coma o la muerte.”
Recomiendo en los interesados en más detalles en español sobre la vida y obra de Ada la lectura del trabajo de Virginia Berrón Lara.
Hace sólo 100 años que las mujeres españolas pueden matricularse en la Universidad, como nos cuenta Daniel Peña, “Cien años con mujeres en la universidad,” El País, 08 marzo 2010. permitaseme que “fusile” aquí dicho artículo que me parece muy interesante para todos, hoy, el día de Ada Lovelace.
“Hace cien años, el 8 de marzo de 1910, la Gaceta de Madrid publicó una Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública, que dirigía entonces el Conde de Romanones, permitiendo por primera vez la matriculación de alumnas en todos los establecimientos docentes. Esta orden derogaba otra Real Orden, del 11 de junio de 1888, que admitía la entrada de mujeres en la universidad como estudiantes privados, pero requería la autorización del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. Este importante hito en el avance hacia la igualdad, cuyo centenario celebramos este mes, fue posible por la tenacidad y decisión de algunas mujeres que decidieron rebelarse contra regulaciones injustas que impedían su acceso al conocimiento y su pleno desarrollo como seres humanos. Entre ellas quiero recordar a tres: Concepción Arenal, María Elena Maseras y Dolores Aleu.
Concepción Arenal estudió Derecho en la Universidad de Madrid entre 1841 y 1846 como oyente, asistiendo a las clases disfrazada de hombre. Fue una mujer admirable, luchadora infatigable por los derechos de la mujer y la igualdad durante toda su vida. María Elena Maseras fue la primera mujer que consiguió en 1872 matricularse en una universidad española, con un permiso especial del rey Amadeo de Saboya para cursar estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Este permiso abría la posibilidad de cursar la carrera en régimen privado, pero no la facultaba para asistir a clase. No fue hasta 1875, por una valiente iniciativa del catedrático de Terapeútica Dr. Carbó, que María Elena fue admitida oficialmente a una clase universitaria, ocupando un asiento especial en la tarima junto al profesor. Al finalizar sus estudios en 1878 su título no la habilitaba para ejercer la Medicina. El Ministerio de Instrucción Pública tardó cuatro años en responder a sus alegaciones y, después de un encendido debate, el Consejo de Instrucción Pública accedió en 1882 a los requerimientos de María Elena Maseras y Dolores Aleu, que había finalizado sus estudios un año después, también en la Universidad de Barcelona, para expedirles los títulos que les facultaban para ejercer la profesión de Licenciado en Medicina.
Entre 1882 y 1910 sólo 36 mujeres finalizaron licenciaturas universitarias en España y sólo ocho, la primera Dolores Aleu en 1882, consiguieron defender su tesis y obtener el título de Doctor. La incorporación de la mujer en nuestras universidades ha sido más lenta que en otros países de Europa, donde las mujeres adquieren este derecho entre 1850 y 1890. Las universidades de París y Zúrich fueron pioneras en aceptar mujeres en todos los estudios universitarios con igualdad de derechos con los varones, seguidas de otras universidades en Reino Unido, Bélgica, Dinamarca, Italia y Alemania.
La incorporación masiva de la mujer a la universidad es el factor más importante para explicar el gran crecimiento de la economía española en la segunda parte del siglo XX, aspecto que ha sido poco reconocido en nuestra sociedad. Desde 1910 el número de mujeres en las universidades españolas ha aumentado rápidamente: representaban el 12,6% de los estudiantes en 1940, el 31% en 1970, el 53% en 2000 y el 54% en 2010. Su tasa de éxito es, además, mayor que la de los varones, y, por ejemplo, en el curso 2007/8 el 61% de los diplomados y licenciados fueron mujeres.
Se reconoce actualmente que el activo más valioso de una sociedad es su conocimiento y que este factor es el que mejor explica su grado de desarrollo. Este conocimiento depende decisivamente del grado de educación y de la inversión en investigación en el país, que, en el 50%, viene determinado por la educación universitaria de las mujeres y su participación en el desarrollo de la ciencia. Quedan indudablemente muchas barreras que destruir en nuestro país para estimular y favorecer la presencia de las mujeres en todos los estamentos universitarios y ámbitos de la ciencia. Es imprescindible avanzar en la corresponsabilidad de las tareas domésticas y los poderes públicos, y las universidades debemos poner los medios para que la maternidad no se convierta en una limitación para la carrera profesional de las mujeres. La lucha por la igualdad entre mujeres y hombres es un componente fundamental en el progreso de los derechos humanos y en el avance hacia una sociedad más justa y solidaria. En este camino, el trabajo conjunto de hombres y mujeres es imprescindible, porque el avance de los derechos de la mujer es la garantía de un mundo mejor. Hace cien años dimos un paso fundamental en esta dirección que todos, y las universidades de manera muy especial, debemos hoy celebrar.”
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