“Solamente el necio confunde valor con precio”, Antonio Machado.
Nadie en su sano juicio cometería el error que denuncia la frase: todos sabemos que una cosa es el valor y otra muy diferente el precio. Y, sin embargo, inconscientemente tendemos a dejarnos llevar por el equívoco, lo que, de hecho, nos convierte en necios. Un ejemplo a colación: ¿cura más un medicamento de marca que un genérico? Parece que sí. Más aún: ¿cura más un medicamento a su precio habitual que el mismo en oferta? Parece que también.
Esa fue la sorprendente conclusión de un experimento llevado a cabo por un equipo del MIT encabezado por Dan Ariely. Un grupo de estudiantes de posgrado de la famosa universidad (las cobayas habituales de este tipo de estudios) probaron en sus carnes un nuevo analgésico, llamado Veladona. Para comprobar su eficacia los participantes recibieron una andanada de descargas eléctricas bajo los efectos del medicamento. Una parte de los voluntarios fue informado de que el precio del comprimido de Veladona era de 2,5 euros mientras que el segundo grupo pensaba que su precio era sólo de 10 céntimos.
Unos y otros declararon haber recibido un fuerte alivio del dolor tras tomar la Veladonapero aquéllos que pensaban que la medicina era más cara se sentían mucho más aliviados (el doble) que los que pensaban que era una bicoca. Pero mucho mejor les fue a los que, además de asumir el precio más caro, leyeron sobre los estudios científicos que refrendaban la eficacia del Veladona. Lo más increíble del asunto es que el supuesto analgésico no era más que una pastilla de vitamina C, así que todo el alivio sobrevino por el efecto placebo y, lo que es más importante, de las expectativas despertadas en el paciente en función del precio y la fama previa del producto.
Un estudio posterior realizado por el mismo equipo con medicamentos reales contra el resfriado, llegó a conclusiones parecidas: los enfermos que habían adquirido medicamentos rebajados aseguraron haber tardado más en curarse que aquellos que los compraron a su precio habitual.
El efecto placebo suele resultar un tema incómodo para los médicos, que quieren ser considerados como hombres de ciencia y no como una especie de brujos que dispensan remedios “psicológicos” (¡yuyu!), pero lo cierto es que el acto de extender una receta tiene una connotación psicomágica -en la cosmogonía deJodorowsky- que puede ayudar a curar a ciertos pacientes de sus dolencias. La explicación de este fenómeno es que ante la perspectiva de la llegada del alivio al dolor el propio cuerpo genera los opiáceos que a la postre nos reconfortan.
En el caso del precio de los medicamentos los mecanismos del efecto placebo provocan un conflicto en el estamento sanitario. Desde la Seguridad Social se nos anima a utilizar medicamentos genéricos porque su composición química es prácticamente igual a la de los productos de marca. Sin embargo, de ser ciertas las investigaciones de Ariely, por el mero hecho de ser más baratos los genéricos resultan menos eficientes que sus equivalentes de postín. Como reflexiona el propio investigador, “¿Hay que consentir la irracionalidad de la gente, permitiendo que con ello aumenten los costes de la atención sanitaria?”. Tal vez la respuesta sea la contraria y el camino a seguir para reducir la factura farmacéutica sea dotar a los pacientes de las herramientas para que sean sus propios cuerpos los que segreguen las medicinas que necesitan y dejar para los casos más graves la figura del mago envuelto en su bata blanca.
Salu2 a tod@s y que gane el mejor Ha la Madrid !!!
Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos.
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