martes, 22 de noviembre de 2011

Secularización y cambio social - Parte 2


Continuando con este tema que comenzamos aquí les traigo la segunda parte que la disfruten:

El relato del pecado original cometido por Eva es toda una estrategia programática. Eva quiere saber, Eva desobedece y se rebela, Eva tienta a Adán, Eva peca, Eva es la mala: es el mal. Todo lo que venga después lo tiene bien merecido; ella es responsable del mal del mundo, que adviene a todos nosotros por vía sexual, como casi todo lo malo. Ésta es la doctrina de Agustín de Hipona y con este comienzo y su influencia en los siglos posteriores no podemos augurar ningún futuro prometedor. A la tal Eva, el Corán ni la nombra, o sólo de pasada, lo cual es todavía peor: la innombrada, la ninguneada, la sirvienta del varón. Las religiones monoteístas sólo quieren saber de las mujeres como madres y esposas, es decir, como un mal necesario al servicio total de los varones. Las tres religiones odian la sexualidad libre, la sexualidad no reproductiva. Lo que sucede es que en el cielo cristiano la sexualidad sigue ausente: todos espíritus puros. Esa sexualidad tan denostada por los Padres de la Iglesia continúa proscrita por toda la eternidad. Sin embargo, el paraíso islámico da rienda suelta a todo lo que en esta vida se considera pecaminoso o prohibido. Allí serpentean frescos arroyos que van a desembocar en piscinas de aguas cristalinas, donde los varones fornican a placer con jóvenes huríes de ojos negros como gacelas, cuyo lote para cada varón es de setenta vírgenes; allí se embriagan con vino generoso, pueden comer el cerdo prohibido y viven gozosamente entregados a todos los placeres que tienen prohibidos en este mundo pecaminoso. 

No es de extrañar la cantidad de mártires dispuestos a morir y pasar de sus miserables vidas a ese jardín de delicias. Lo que es malo aquí, resulta que es el premio que Aláh otorga a los creyentes. Sin embargo, ninguna mujer creyente puede entrar en el paraíso si su marido no está contento de ella y conforme con su conducta. Existen, pues, miles de argumentos
para demostrar que la consecución de un Estado laico beneficia, sobre todo, a las mujeres y constituye una reivindicación propiamente feminista. Bastaría una perla aunque hay miles - del Concilio de Mâcon, en el 585, en el que un tal Alcidalus Valeus presenta un trabajo titulado Disertación paradójica en la que se intenta demostrar que las mujeres no son criaturas humanas. ¿Paradójica? ¿Qué significa aquí paradójica? Me imagino algo así como aunque ustedes las vean como bípedos implumes, no piensen que son humanas, no, sino más bien gallinas. Se cuenta que los sucesores de Platón en la Academia de Atenas dedicaron mucho tiempo en definir qué era un hombre, hasta llegar a la conclusión de que era un bípedo implume, es decir, que tenía dos piernas o patas como las gallinas, pero no tenía plumas. Ante semejante estupidez, Diógenes desplumó una gallina, la arrojó por encima de la tapia y exclamó: ¡Ahí tenéis a un hombre!. Lo que me extraña es que el tal Alcidalus, nacido de mujer supongo, no cayera en la cuenta de que animales de distintas especies no se pueden cruzar para reproducirse, por lo tanto, o el era también una especie de gallina o su madre tenía que pertenecer necesariamente a la raza humana. Y aquí se resuelve la paradoja que él plantea.

Un estado meramente aconfesional puede estar apoyando doctrinas totalmente misóginas, a la vez que paga a profesores de las distintas religiones para aleccionar a niños y jóvenes, lo cual hipoteca un futuro de carácter laico. Este comportamiento políticamente correcto se contrapone absolutamente a la valiente postura de la antigua diputada holandesa de origen somalí, Ayaan Iris Alí, disidente del Islam, que ha tenido que exiliarse a EE.UU. por criticar la falta de valentía europea respecto a las famosas caricaturas de Mahoma, las cuáles provocaron descabellados conflictos diplomáticos. En una conferencia que se celebró en Berlín comenzó diciendo: Estoy aquí para defender el derecho a ofender. Esos intelectuales que viven gracias a la libertad de expresión, pero aceptan la censura, esconden su mediocridad de espíritu con palabras grandilocuentes como responsabilidad y sensibilidad, pero son unos cobardes. Debería darles vergüenza también a esos políticos que afirmaron que publicar y reproducir los dibujos era innecesario, insensible e irrespetuoso, que estaba mal. Creo que el profeta se equivocó al situarse a sí mismo y sus ideas por encima de las críticas. Creo que el profeta Mahoma se equivocó al dictar que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres.

El respeto con las iglesias y religiones sólo tiene un límite: el mismo que se debe a cualquier institución o sociedad privada. Imaginaos que no pudiéramos criticar a los partidos políticos, a la judicatura, a las asociaciones de empresarios, a los sindicatos. La democracia dejaría de existir. Sin embargo, los gobiernos claudicaron ante las iracundas protestas de los clérigos islámicos. Aquello fue una vergüenza para Europa. Hasta ahora no he hecho más que hablar de un tipo de secularización relativa a la separación de la Iglesia y del Estado, el laicismo, pero la secularización no acaba aquí. Desde este concepto en sentido amplio es desde el que podemos realmente hacer un análisis del verdadero o ficticio cambio social. Ahora, pues, vamos a olvidarnos de las iglesias y religiones para mirarnos a nosotros mismos, a la sociedad civil. Al contrario de lo que pudiera creerse, no fue Nietzsche quien decretó la muerte de dios. Ya lo habían hecho Hegel y Heine, y en cierto sentido el pensamiento de la Ilustración, aunque dios ya venía agonizando desde el Renacimiento. Lo que se plantea Nietzsche es que el optimismo generado por la muerte de dios no respondía a la realidad, porque Dios no era sólo el ser supremo, fundamento de las religiones, sino fundamento también de las instituciones, de la moral, de la ley, de la razón. No, no se había matado a dios, sólo se había hecho un ajuste de cuentas con las iglesias cristianas, con su práctica dogmática y su poder. Pero dios seguía reinando en todo pensamiento trascendente, en la metafísica, en las leyes, en la política. Digamos que una serie de conceptos como dios, la Razón, el Sujeto, el Estado, el Progreso, el Desarrollo, la Revolución y otros valores absolutos son funcionalmente intercambiables. Todos aquellos valores que consideremos absolutos o sagrados siguen manteniendo a Dios vivo y actuante. Los que presumen de ateos o de laicistas, pero siguen sacralizando otras realidades ni son laicos ni son ateos. Simplemente creen en otras cosas, absolutizan realidades intercambiables. Para Nietzsche la metafísica monoteísta siguen siendo el fundamento para la representación de un mundo que se dice verdadero. Como bien escribe en la Gaya Ciencia: dios ha muerto: pero los hombres son de tal naturaleza que, tal vez durante milenios, habrá cuevas donde seguirá proyectándose su sombra. Y respecto a nosotros ¡habremos de vencer también a su sombra.

La verdadera secularización consiste, pues, en renunciar a esa enfermiza aspiración a la verdad, que es siempre mi verdad; en renunciar a la búsqueda del fundamento de la realidad y del conocimiento, a la moral definitiva, a las obediencias ciegas, al culto a la personalidad y a otros muchos absolutos que para Nietzsche conducen al nihilismo de la abstracción porque nos separan de la naturaleza y de la vida. Esta confrontación con toda la metafísica confirman a Nietzsche como un adelantado de la postmodernidad. Todo lo humano es relativo, quiere decir que está en devenir, que nada es absoluto en nuestra dimensión, por eso tal vez el primer discurso del Papa actual, Benedicto XVI, fue contra el relativismo. Las iglesias sólo pueden vivir en lo absoluto, pero luego se las arreglan para interpretarlo de una forma relativa. Por ejemplo, no matarás es un imperativo de la ley mosaica, sin embargo es relativo si se trata de matar a los que no pertenecen a la propia iglesia. No tenemos más que ver las interminables guerras de religión que han asolado Europa, las matanzas de infieles por parte de los cruzados, los progroms contra los judíos, los asesinatos en masa de cátaros y albigenses, los crímenes de la Santa Inquisición contra los indígenas de América o las llamadas brujas, que se llevaron por delante a ocho millones de mujeres sólo en Europa. Y sin embargo claman por la vida cuando se trata del aborto o de la eutanasia. La secularización combate tanto el nihilismo como el fanatismo. Pero ¿qué se entiende hoy por nihilismo? Un filósofo francés actual, André Compte-Sponville, lo define así: los nihilistas, para mí, son las personas que no creen en nada, que no respetan nada, que no tienen valores, ni principios, ni ideales. Un nihilista es alguien al que no le interesa nada más que su pequeña trivialidad, sea el sexo, el dinero o el lujo.

Sin embargo, la persona secularizada tiene ideales, tiene proyectos altruistas, vive incluso una cierta espiritualidad que contrariamente a lo que se cree no necesita del soporte de una religión determinada. La secularización supone una verdadera ética que prescinde de las verdades absolutas, pero que se compromete con la búsqueda de la mayor realización humana que podamos alcanzar. La secularización comporta el riesgo de asumir la vida tal cual es, con todas sus incertidumbres, sus fracasos o sus logros, con todos sus riesgos y con todo el gozo de vivir. Que la secularización constituya un motor para el cambio social no puede reducirse a que aspiremos a conseguir un Estado laico, sino a que seamos capaces de desprendernos de todas las verdades absolutas que nos dan seguridad, de todas las creencias que nos consuelan, de todas nuestras ideas fijas sobre el desarrollo, el progreso, la igualdad e incluso el feminismo, ya que todo debe estar sometido a revisión y actualización. Muchas veces confundimos los ideales con simples ideas fijas, ideas neuróticas al fin. Vivimos en un momento histórico en el que las verdades absolutas y las adhesiones incondicionales no tienen mucho sentido. La nueva epistemología de la Ciencia nos habla de un mundo en devenir en el que el futuro no está contenido en el presente, como diría Ilya Prigogine, premio Nobel de Química; un mundo en el que existen muchas realidades paralelas, y es el sentido de la visión o de la cosmovisión el que determina cuáles de ellas puede realizarse en un momento histórico determinado, por eso he citado al principio de Schrödinger, uno de los padres de la física cuántica. Propongo, pues, cambiar nuestro imaginario, como ciudadanas y ciudadanos del siglo XXI, a fin de crear un mundo que no sea más de lo mismo, en el que no aspiremos a realizarnos según un modelo de éxito predeterminado por la política mediática capitalista. Precisamente, los tiempos de crisis nos brindan grandes oportunidades para el cambio. Deberíamos, pues, secularizar la política y dejar de considerarla como una alternancia necesaria entre derechas o izquierdas. No: hay toda una política por inventar. Secularizar la economía, cuyos dogmas afortunadamente están cayendo. Ya sabemos que el mercado no se regula por sí mismo: el factor humano es decisivo. Secularizar las revoluciones, que practican un mesianismo laico, pero no secularizado, ya que la revolución se convierte en un absoluto que pretende trascender todos los demás valores y realidades, trascender al individuo y a la vida misma y, por tanto, es un nihilismo. Secularizar los nacionalismos, que son una especie de religión por encima de las personas con la creencia en una identidad abstracta quasi sagrada que confiere sentido a la existencia humana unida a un territorio. Secularizar todos los dogmas: sobre la moda, sobre la juventud, sobre la competitividad, sobre el saber académico, sobre el arte, sobre los conceptos de mujer y varón. Tenemos todo un programa por delante. El objetivo de este curso es el de impartir nuevos saberes, provocar nuevas actitudes y no caer en los manidos lugares comunes de siempre. ¿Desde qué óptica? Desde la óptica de la superación del Patriarcado, que no es más que un sistema de dominación estructural que ha ido tomando formas diversas a lo largo de la Historia: esclavismo, feudalismo, colonialismo, mercantilismo, comunismo, capitalismo neoliberal. Todos ellos sistemas fundamentados sobre el dominio de la naturaleza, la subordinación de las mujeres y la guerra como institución. Todos ellos sustentados por aparatos ideológicos a los que las diversas iglesias no son ajenas. Un programa que consiste en pensar lo que todavía no ha sido pensado acerca de lo que todo el mundo opina, pero sin conocimiento de causa. Éste debería ser también el objetivo de todo saber universitario, es decir, de todo saber universal.

Conferencia inaugural del curso sobre LAICISMO organizado por la Fundación Matria y la UNIVERSIDAD DE SEVILLA, 21 de octubre de 2009.

Salu2 a tod@s y Felicidades a Tatiana M. fue nombrada Reyna del Casino Santaneco, en hora buena

Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De cómo la Iglesia formó un Hitler


Contrario a lo que pueda pensarse de que el mal surge donde sea, y que la misión de la iglesia es combatir el mal, la historia nos muestra que los engendros como Hitler pueden y son el resultado de una serie de políticas, normas, preceptos predicados por la iglesia a lo largo de los años, Fernando Vallejo historiador consumado, ha revisado durante años los documentos eclesiales de la iglesia católica y publicó un libro de donde se obtiene la siguiente información que reproduzco sin permiso del autor o los editores, pero que apelo a que me dispensen por ser más importante transmitir el mensaje que pagar las regalías a las que genuinamente tienen derecho.

Ratzin-ger, es un inquisidor desdentado que ya no puede torturar ni quemar por más que le nazca del alma. Mentir sí y extender la mano y expoliar viudas. A Auschwitz acaba de ir a increpar a Dios por el holocausto judío y los crímenes del nazismo: "¿Por qué permitiste esto, Señor?" preguntó al aire este Jeremías impúdico en el descampado de lo que fuera el más espantoso de los campos de concentración, aureolado por los flashes de la prensa alcahueta. Le hubiera preguntado más bien a la momia putrefacta de Pacelli o Pío Doce o Impío Doce por qué no levantó su voz cuando podía contra Hitler. ''Vengo -dijo en Auschwitz- como hijo del pueblo alemán por sobre el que un grupo de criminales llegó al poder mediante falsas promesas de grandeza futura. En el fondo matando a esa gente estos depravados al que querían matar era a Dios". "Esa gente" son los judíos, a los que sus antecesores (los papas) persiguieron y masacraron durante mil setecientos años, desde que la Puta (llama así a la Iglesia) empezó a mandar en calidad de concubina de Constantino y de Justiniano, con la calumnia de que habían crucificado a Cristo.

En julio de 1555, sin haber cumplido siquiera dos meses como papa, Gian Pietro Carafa, alias Pablo IV, promulgó su bula Cum nimis ab-surdum, que empieza: "Porque es absurdo e inconveniente en grado máximo que los judíos, que por su propia culpa han sido condenados por Dios a la esclavitud eterna (Cum nimis absurdum et in-con-veniens existat ut iudaei, quos propna culpa perpetuae servituti submisit) , con la excusa de que los protege el amor cristiano puedan ser tolerados hasta el punto de que vivan entre nosotros y nos muestren tal ingratitud que ultrajan nuestra misericordia pretendiendo el dominio en vez de la sumisión, y porque hemos sabido que en Roma y otros lugares sometidos a nuestra Sacra Iglesia Romana su insolencia ha llegado a tanto que se atreven no sólo a vivir entre nosotros sino en la proximidad de las iglesias y sin que nada los distinga en sus ropas y que alquilen y compren y posean inmuebles en las calles principales y tomen sirvientes cristianos y cometan otros numerosos delitos para vergüenza y desprecio del nombre cristiano, nos hemos visto obligados a tomar las siguientes provisiones..."y siguen las pro-visiones que son obvias dado el preámbulo: confinar a los judíos en guetos que sólo podían tener una sinagoga; obligarlos a venderles todas sus propiedades a los cristianos, a precios irrisorios (ac bona immobilia, qua ad praesens possident, infra tempus eis per ipsos ma-gistratus prae-signandum, christianis vendere); prohibirles la casi totalidad de los oficios y profesiones empezando por la medicina (et qui ex eis medici fuerint, etiam vocati et rogati, ad curam christianorum accedere aut illi interesse nequeant); prohibirles tener servidumbre cristiana y que las mujeres cristianas les dieran el pecho a los recién nacidos judíos (nutrices quoque seu ancillas aut alias utriusque sexus servientes christianos habere, vel eorum infantes per mulieres chris-tianas lactari aut nutriri facere); prohibirles jugar, comer, conversar y tener toda familiaridad con los cristianos (seu cum ipsis christianis ludere aut comedere velfamiliaritatem seu conversationem habere nullatenus praesumant); prohibirles tener negocios fuera del gueto; y obligarlos a llevar distintivos especiales en la ropa.

Cuando en julio de 1941 el régimen títere de Vichy al servicio de los nazis decretó la expropiación en Francia de todas las empresas y propiedades en manos de judíos y algunos prelados católicos protestaron, el presidente del gobierno, Laval, comentó con sarcasmo que después de todo "las medidas antisemitas no constituían nada nuevo para la Iglesia pues los papas habían sido los primeros en obligar a los judíos a llevar un gorro amarillo como distintivo". Varios obispos franceses colaboracionistas y anti judíos se deslindaron de inmediato de esos prelados patriotas y en un apurado telegrama declararon su fidelidad al régimen.

La de Carafa es un buen compendio del medio centenar de bulas que a lo largo de quinientos años promulgaron sus antecesores y sucesores para regular el trato que se le debía dar a "la pérfida raza judía", entre las que se destacan por su infamia la de Honorio III Ad nostram noveritis audientiam que los obligaba a llevar un distintivo y les prohibía desempeñar puestos públicos; la de Gregorio IX ,Sufficere debuerat perfidioe judoerum perfidia que les prohibía servidumbre cristiana; las de Inocencio IV Impia judeorum perfidia y de Clemente VIII Cum Haebraeorum malitia que ordenaban quemar el Talmud; las de Eugenio IV Dudum ('Id nostram audientiam y de Calixto III Si ad reprimendos que prohibían vivir con cristianos y ejercer puestos públicos;
las de Pío V Cum nos nuper que les prohibía tener propie-dades y Hebraeorum gens que los expulsaba de todos los estados pontificios excepto Roma y Ancona; la de Clemente VIII Cum saepe accidere, la de Inocencio XIII Ex injuncto nobis y la de Benedicto XIII Alias emanarunt que les prohibían vender mercancías nuevas (pero no ropa vieja, strazzaria). Y en fin, la de Benedicto XIV Beatus Andreas que canonizaba al niño mártir Andreas Oxner, del pueblo de Rinn, Innsbruck, "asesinado cruelmente en 1462 antes de cumplir los tres años por los judíos, que odian la fe cristiana", según dice la bula. Con esta canonización, que se le sumaba a la del niño Simón de Trento por Sixto V, Benedicto XIV convertía a Andreas de Rinn en el nuevo símbolo de los niños cristianos asesinados, según los "libelos de sangre", por los mismos asesinos de Cristo durante sus sacrificios rituales en Norwich, en Blois, en Lincoln, en Munich, en Berna con las consiguientes masacres de judíos en todas esas ciudades.

Y sin embargo una investigación encargada por el mismo Benedicto XIV al relator del Santo Oficio Lorenzo Gananelli (el futuro Clemente XIV) había determinado que salvo los casos de Andreas de Rinn y Simón de Trento, que se daban por verdaderos, las demás acusaciones de los libelos de sangre no tenían fundamento. Por el crimen del niño Simón durante la Semana Santa de 1475 numerosos judíos de Trento fueron acusados de matarlo, sacarle la sangre y celebrar con ella la pascua judía: los torturaron y quemaron a quince. En 1965, a raíz del Concilio Vaticano II, se volvió a investigar el caso de Simón de Trento, se reabrieron las actas del proceso de su canonización que resultó ser un fraude, se suprimió su culto, se desmanteló el santuario que se le había erigido desde el siglo XV, lo sacaron del calendario y se prohibió su devoción para lo futuro. La veneración popular a Andreas de Rinn duró hasta 1985 cuando el arzobispo de Innsbruck monseñor Reinhold Stecher dispuso el traslado del cuerpo del niño de la capilla en que se encontraba desde el siglo XVII al cementerio. En 1994, el mismo prelado abolió oficialmente su culto, si bien su tumba siguió siendo objeto de peregrinaje.

Y a las bulas hay que sumarles las decisiones de los concilios: concilios generales como el Cuarto Laterano convocado por Inocencio III en 1215 (¿en qué delito no habrá participado este engendro?), o lo-cales como el de Vannes de 465, el de Agde de 506, el de Viena de 517, el de Clermond de 535, el de Macon de 581, el de París de 615, etcétera, etcétera, para atropellar en todas las formas posibles a los "asesinos de Cristo". Y hoy en Auschwitz, donde los cristianos nazis asesinaron a novecientos sesenta mil judíos, el teólogo Ratzinger pregunta: "¿Por qué permitiste esto, Señor?" La respuesta es obvia: "Por lo que les han hecho tus correligionarios y predecesores a los judíos durante mil setecientos años, cabrón". Y aquí te va una lista de los obispos nazis de tu tierra por si te suena alguno en medio de un repique de campanas: el obispo castrense Rarkowski, el clérigo militar alemán de más alto rango, que ensalzaba a Hitler como "nuestro Führer, custodio y acrecentador del Reich". El obispo Werthmann, vicario general del anterior y su suplente en el ejército. El arzobispo Jager de Paderhorn que fue capellán de división del Führer.
El cardenal Wendel que fue el primer obispo castrense. El obispo Berning de Osnabruck que le mandó un ejemplar de su obra Iglesia católica y etnia nacional alemana a Hitler "como signo de mi veneración" y a quien Goering nombró miembro del Consejo de Estado de Prusia. El obispo Buchberger de Regensburg que en la hoja episcopal de su diócesis escribía que "el Führer y el gobierno han hecho todo cuanto es compatible con la justicia, el derecho y el honor de nuestro pueblo para preservar la paz de nuestra nación". El obispo Ehrenfried de Wirzburgo que decía: "Los soldados cumplen con su deber para con el Führer y la patria con el máximo espíritu de sacrificio, entregando por completo sus personas según mandan las Sagradas Escrituras". El obispo Kaller de Ermland que en una carta pastoral exhortaba así a sus fieles: "Con la ayuda de Dios pondréis vuestro máximo empeño por el Führer y el pueblo y cumpliréis hasta el final con vuestro deber en defensa de nuestra querida patria". El obispo Machens de Hildesheim que los arengaba diciéndo!es: "¡Cumplid con vuestro deber frente al Führer, el pueblo ,la patria! Cumplidlo, si es necesario, exponiendo vuestras propias vidas", y le rogaba a Dios que les "enviara su ángel" (¿cuál de todos?) a las tropas nazis. El obispo Kumpfmüller de Ausgburgo que ante el atropello hitleriano contra Europa declaraba que "El cristiano permanece fiel a la bandera que ha jurado obedecer pase lo que pase".
El obispo Wienkens que representaba al episcopado alemán ante el Ministerio de Propaganda nazi. El obispo Preysing de Berlín que firmaba las cartas conjuntas de sus cofrades aprobando a Hitler. El obispo Frings (luego cardenal de Colonia) que como presidente de la Conferencia Episcopal Alemana exigía dar hasta la última gota de sangre por el Führer. El obispo Hudal que le dedicó su libro Nacionalsocialismo e Iglesia a Hitler como "al Sigfrido de la esperanza y la grandeza alemanas", y que tras la derrota de los nazis ayudó a fugarse al Brasil a F. Sangel, acusado de cuatrocientos mil asesinatos en el campo de concentración de Treblinka, consiguiéndole dinero y documentos falsos. El arzobispo de Freiburg Grober, patrocinador de las SS, que abogaba por el necesario "espacio vital" para Alemania; que aportaba dinero de su arquidiócesis para la guerra; y que escribió diecisiete cartas pastorales para ser leídas desde los púlpitos, exhortando a la abnegación y al arrojo. El arzobispo Kolb de Bamberg que predicaba que "cuando combaten ejércitos de soldados debe haber un ejército de sacerdotes que los secunden rezando en la retaguardia".
El cardenal y conde von Galen, el "león de Münster", que saludó a la Wehrmacht como "protectora y símbolo del honor y el derecho alemanes" y que escribía en la Gaceta eclesiástica de su región: "Son ellos, los ingleses, los que nos han declarado la guerra. Y después nuestro Führer les ha ofrecido la paz, incluso dos veces, pero ellos la han rechazado desdeñosamente". El cardenal Bertram de Beslau, presidente de la conferencia episcopal, que "por encargo de los obispos de Alemania" le enviaba este telegrama a Hitler: "El hecho grandioso del afianzamiento de la paz entre los pueblos sirve de motivo al obispado alemán para expresar su felicitación y gratitud del modo más respetuoso y ordenar que el próximo domingo se proceda a un solemne repique de campanas". El cardenal Schulte de Colonia que escribía en una carta pastoral: "¿No debemos acaso ayudar a todos nuestros valientes en el campo de batalla con nuestra fiel oración cotidiana?" El cardenal Faulhaber, "el león de Munich", que en 1933 llamaba a Pío XI el mejor amigo de los nazis, que en 1934 le prohibía a la Conferencia Mundial Judía que mencionara siquiera su nombre a propósito de una supuesta defensa suya de los judíos, una "afirmación delirante"; que fue obispo castrense antes de ponerse al frente del episcopado bávaro; y que mandaba rezar por Hitler y le hacía repicar las campanas: tras el fallido atentado contra éste ofreció una misa solemne en acción de gracias en la iglesia de Nuestra Señora de Munich y junto con todos los obispos de Bavaria le mandó una carta felicitándolo por haberse salvado.
Discípulo aventajado de la Puta de Babilonia que se acuesta con el que gane, este "león de Munich" fue antinazi antes de 1933, nazi ditirámbico entre 1933 y 1945, y antinazi indignado después de 1945. Que fue ni más ni menos el comportamiento del episcopado austríaco cuando el Anschlus: el cardenal Innitzer, el arzobispo Waitz y los obispos Hefter, Pawlikowski, Gfóllner y Memelauer se pasaron en bloque a Hitler y firmaron una proclama aprobando la anexión de su país al Reich alemán y exhortando a sus fieles a apoyar el régimen nazi. Y cuando Hitler entró a Austria lo recibieron con repique de campanas y cruces gamadas colgando de las iglesias vienesas. Y hoy, después de todo lo anterior, con hondo dolor teológico que le brota de lo más profundo de su ser pregunta Ratzinger en pleno Auschwitz: "¿Por qué permitiste esto, Señor?" ¡Claro que Dios existe! Tiene que existir para que exista infierno a donde se vaya a quemar este asqueroso. Ésta es mi "prueba Ratzinger” de la existencia de Dios.

Desde el código de Justiniano a los judíos de Roma se les consideró una raza inferior de la que había que sospechar y se les excluyó de toda función pública. La bula del papa Carafa instituyó formalmente el gueto. A los cinco mil judíos de Roma les asignaron entonces una zona palúdica a la orilla del Tíber, un espacio de unos cuantos centenares de metros que inundaba el río, y allí los hacinaron. Las siete sinagogas de la ciudad las destruyeron, y destruyeron las dieciocho de Campania. Otros guetos siguieron de inmediato al de Roma en Venecia y en Bolonia. En Ancona quemaron vivos a veinticuatro. Poco después, avanzando por el camino señalado por Carafa, Pío V simple y llanamente expulsó a todos los judíos de los Estados Pontificios dejando tan sólo a los de Roma y Ancona. De joven, en París, este dominico rabioso había denunciado a Ignacio de Loyola como hereje. ¡El más grande criado papal de todos los tiempos un hereje! Luego presidió la Inquisición de Roma con especial severidad. Ya de papa canonizó a su compinche de orden Tomás de Aquino (a él a su vez lo habría de canonizar Clemente XI), y nombró cardenal y secretario de estado a otro dominico, su sobrino nieto Michele Bonelli. Buen lacayo de la Puta, expulsó a todas las de Roma. Quería convertir a esta ciudad burdelera en un convento. Promulgó una bula que abolía las corridas de toros en toda la cristiandad ¡menos en España! Definitivamente prefiero un papa putañero como Alejandro VI, el papá de César y Lucrecia Borgia, y no un santurrón como Pío V. Por algo lo canonizaron. El semen atrancado vuelve cruel al ser humano. A Wojtyla, que infló el santoral casi hasta reventarlo, ya están que lo canonizan. Santo subito! balaba el rebaño congregado en la plaza de San Pedro tras su muerte. Desde aquí apoyamos su canonización. ¡Total, a la pobre Polonia la han masacrado nazis y rusos sin miramientos y ésta es la hora en que aún no ganan un mundial de fútbol. Y quitando a Chopin, ¿a quién tienen?

Cuando coronaban a los papas en la Edad Media como soberanos religiosos y civiles de Roma, los judíos de la ciudad les mandaban una delegación para rendirles homenaje, a lo que ellos, con altivez, contestaban: Legum probo, sed improbo gentium: "Apruebo la ley pero no la raza". Luego se hizo costumbre que los rabinos de Roma les ofrecieran ese día una lujosa copia del Pentateuco y entonces contestaban: Confirmamus sed non consentimus: "Ratificamos pero no consentimos". Estas respuestas distantes resumen la actitud de los papas ante sus más despreciados súbditos, cuya religión y raza rechazaban. Wojtyla, el pavo real protagónico, no se privó de ir a la sinagoga del gueto de Roma a que lo fotografiaran abrazando al Gran Rabino Elio Toaff. Antes de él Juan XXIII había suprimido el adjetivo "pérfido" usado en la liturgia de Semana Santa para designar a los judíos, y eso era lo más a que habían llegado. No bien murió Juan XXIII su sucesor Pablo VI volvió al viejo cuento de los pérfidos judíos que no habían querido reconocer en Jesús al Mesías que llevaban siglos esperando y que lo habían calumniado y matado. Almas ingenuas que nunca faltan hoy consideran a Juan XXIII un hombre bueno. Yo no. Nadie que haya subido por esa jerarquía de ignominia que va de cura a obispo, de obispo a arzobispo, de arzobispo a cardenal y de cardenal a papa puede ser bueno. De escalón en escalón se ha tenido que ir manchando para que sus compinches de mafia lo hayan dejado seguir el ascenso. Antes de sentarse en el codiciado trono y chantarse la tiara, Angelo Giuseppe Roncalli, alias Juan XXIII, fue arzobispo de Areopolis, visitador apostólico, delegado apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia, nuncio en Francia, cardenal de Santa Prisca y patriarca de Venecia, a las órdenes de los dos papas alcahuetas del nazismo, Pío XI y Pío XII. El calificativo apropiado para Roncalli no es "santo" sino "cómplice". Ya de papa iba a visitar a los presos de Regina Coeli, a los enfermos de los hospitales, a los niños de los orfelinatos, a los viejos de los ancianatos... A ver, ¿cuántos niños abandonados recogió? ¡Más recogió Wojtyla! De Albino Luciani, alias Juan Pablo I, se dice que era tan bueno que se negó a que lo coronaran con la tiara. ¡Claro, porque su antecesor Pablo VI ya se la había vendido tras su coronación al cardenal Francis Spellman de Nueva York! Quién sabe dónde ande hoy esa cofia de marica. Yo digo que hay que mandarla a un circo. O al Museo de Cera de Madame Tussaud para que se la pongan a Jack el Destripador.

Esta imagen es la de Ratzinger cuando militaba en las juventudes Hitlerianas.

A la imputación de que los judíos mataban niños cristianos para sacarles la sangre le sumaron la de que clavaban la hostia, el cuerpo transubstanciado de Cristo, a quien volvían a crucificar una y otra vez. Y así, bendecida cuando no azuzada por curas, obispos y papas, la horda del Crucificado se entregó con esta nueva calumnia a nuevas masacres de sus tradicionales víctimas: en 1298 en Nuremberg mataron a seiscientos veintiocho; en 1337 quemaron a los de Daggendorf; en 1370 masacraron a los de Bruselas y se siguieron con todos los de Bélgica; en 1453 en Breslau quemaron a cuarenta y uno; en 1492 en Mecklenburg quemaron a veintisiete; en 1510 en Berlín a treinta y ocho. Ejemplos éstos de un centenar de masacres que con el pretexto de la hostia clavada se prolongaron hasta la de Nancy en 1761. Todavía no hace mucho en la catedral de Bruselas se exhibían dieciocho cuadros de judíos clavando hostias que sangraban. Y cuando en 1350 la peste negra devastaba a Europa, las turbas cristianas de Suiza y Alemania encontraron un motivo más para quemar, estrangular y ahogar a los judíos por millares acusándolos de haberla causado y de envenenar los pozos. Hitler no surgió en la Historia por generación espontánea como surgen los gusanos de la carne en descomposición según el Doctor Angélico Aquino: la Puta de Babilonia lo parió. En el campo de concentración de Treblinka los nazis mataron entre setecientos mil y ochocientos mil judíos. Allí murió con ellos el padre Sangel, un sacerdote católico que tuvo, éste sí, el valor de enfrentárseles a los verdugos nazis que les faltó a los parásitos travestidos de Pío XII y sus obispos alemanes. Razón de más para que el papa Ratzinger vaya también a Treblinka con su cauda de impúdicos fotógrafos a preguntarle al Altísimo: "¿Por qué permitiste esto, Señor?"


Desconfío de aquellos que saben demasiado bien lo que Dios quiere que hagan, porque me he percatado de que siempre coincide con sus propios deseos.
-- Susan B. Anthony

les dejo un interesante artículo el pasado nazi de Benedicto XVI

y a poco que busquen en internet, encontrarán cientos de referencias a la estrecha relación de la iglesia con el régimen de Hitler.

Salu2 a tod@s y felíz cumpleaños al tio Rafa pues hoy esta de cumpleaños

Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Secularización y Cambio Social - Parte 1

Navegando por la red encontré un gran artículo sobre conciencia social, en la red www.ciudaddemujeres.com que recomiendo su lectura.

Descripción

La secularización es uno de esos conceptos que cierto progresismo proyecta siempre fuera de sí, como que no le atañe, porque los progresistas ya son de por sí laicos, e incluso ateos. Piensan también respecto a la sociedad que la secularización consiste en aligerar la pesadez de un mundo demasiado denso por las creencias religiosas; de separar el poder clerical de la estructura estatal; de liberar las conciencias y las costumbres sociales de cualquier moral determinada que coaccione la libre expresión democrática de la ciudadanía.


La secularización es uno de esos conceptos que cierto progresismo proyecta siempre fuera de sí, como que no le atañe, porque los progresistas ya son de por sí laicos, e incluso ateos. Piensan también respecto a la sociedad que la secularización consiste en aligerar la pesadez de un mundo demasiado denso por las creencias religiosas; de separar el poder clerical de la estructura estatal; de liberar las conciencias y las costumbres sociales de cualquier moral determinada que coaccione la libre expresión democrática de la ciudadanía.

Sin embargo, eso es sólo el laicismo. Y realmente, la aspiración de cualquier política, no sólo de izquierdas, sino simplemente democrática, sería la de conseguir un Estado laico con la absoluta separación de la esfera religiosa respecto de la política. El fundamento de esta separación es muy simple. ¿Por qué las iglesias instituidas no pueden formar parte de un estado democrático? Porque, simplemente, no existe ni una sola iglesia que sea democrática. Las iglesias, por principio, se basan en el dogma, en el convencimiento de que ellas son las portadoras de laverdad. ¿Se imaginan votando en el Parlamento sobre el dogma de la virginidad de María? ¿Se imaginan que pudiéramos decidir si Jesús fue verdaderamente el hijo de Dios? Se montaría lo mismo que se montó en el Concilio de Nicea: la de Dios es Cristo. Y resulta que estas organizaciones no democráticas quieren participar en pie de igualdad con los estados democráticos y de derecho, e incluso llegan a proponer que el Derecho Canónico aparezca explícitamente en la ley de educación, por ejemplo, como propuso no hace mucho un obispo español, que está dispuesto a rescindir los contratos a los profesores de religión que se divorcien, que salgan de copas o que pertenezcan a algún sindicato. Eso sí, cuando dichos profesores los demanden, vayan a juicio y lo hayan ganado, las compensaciones económicas las pagaremos la ciudadanía, no la Iglesia.

Aunque de lo que me interesa hablar es de la secularización, tengo primero que dejar claro qué es eso del laicismo para distinguir entre una cosa y otra. Pues bien, la palabra laico viene del griego laos (pueblo), y del sufijo likos, que indica la pertenencia a un grupo determinado, a una categoría. En el primer cristianismo se empezó a llamar laicos a los simples fieles, profanos, frente a los presbíteros, que eran consagrados y, por tanto, sagrados. Si en esos primeros siglos está muy clara la distinción entre el Estado y la nueva religión, en el siglo IV el emperador Constantino decide hacerla religión del Imperio, reinventándola, escribiéndola y haciendo un sincretismo entre los cultos mistéricos paganos, de gran aceptación entre el pueblo, y la tradición y leyes judaicas. Desde entonces, la Iglesia Católica no está dispuesta a renunciar a sus poderes estatales o temporales. Y esta afirmación no es en absoluto gratuita: está saliendo a la luz la opera magna de Eusebio de Cesarea como inventor de textos cristianos a instancias del emperador Constantino y supervisados por el obispo Osio de Córdoba. Los evangelios que se consideraron canónicos fueron los biográficos que contaban historias fantásticas de Jesús, muchas de ellas copiadas de los mitos paganos. Ahora comprendemos por qué fueron puestos fuera de circulación los evangelios llamados apócrifos, mucho más filosóficos, recuperados en lengua copta a partir de la década de los setenta del siglo pasado, incluidos en la biblioteca de Nag-Hammadi en Egipto, y que fueron encontrados en una gruta por unos pastores en 1945. Lógicamente escondidos, huyendo de la quema dictaminada por los jerarcas de la nueva iglesia.

Durante la Alta Edad Media se valora en muy poco a los laicos, ya que el que no es clérigo suele ser un inculto. Tanto alabar a los sencillos, a los pobres, a los sumisos, a los que sufren, al fin habían conseguido un pueblo de dios ignorante y temeroso, fácil de manipular. De ahí que la división entre clérigos y laicos fuera radical, porque tenía mucho que ver con la división entre ilustrados e ignorantes. Estos últimos tenían que pagar diezmos, obedecer a los clérigos y sufrir mucho y en silencio para luego salvarse. La nobleza, que detentaba el poder temporal, también estaba sometida de algún modo a la Iglesia (el Sacro Romano Imperio). Pero ya en el siglo XIII las cosas empiezan a cambiar con el amanecer del espíritu laico, frente a los abusos del clero y su inmunidad antes las leyes civiles, los impuestos y otras cargas que se imponían a los laicos. La rebelión de los goliardos supuso un revulsivo importante con vistas a la emancipación de los laicos respecto de la Iglesia, aunque ellos también podían ser considerados clérigos en el sentido de que eran estudiantes universitarios. Ellos, vagabundos por los caminos de la vieja Europa, abanderan una crítica gozosa, sarcástica y despiadada contra el poder eclesial. Muchas de sus composiciones fueron recogidas en el Carmina Burana, musicado posteriormente por Kart Orff.

Por fin, en 1324, Marsilio de Padua estableció las bases del Estado laico moderno, afirmando que a éste le corresponde enteramente la autoridad, no sólo en lo temporal, sino también en lo espiritual. Pero fue en los siglos XIV y XV, en los inicios del Renacimiento, cuando prevalece el Humanismo sobre los valores religiosos. Con Nicolás de Cusa, Copérnico y Galileo (siglos XVI y XVII) se afirma la autonomía de la Ciencia frente a la fe y los dogmas de la Iglesia, aunque ésta no lo admitiera y condenara a los científicos como herejes, prohibiéndoles incluso difundir sus investigaciones. Incluso el Derecho se emancipa en el siglo XVII con Grocio, quien afirma que el derecho natural sería válido aún cuando admitiésemos que dios no existe. También con Maquiavelo la política adquiere autonomía en relación con la ley moral, ya que lo que cuenta para el hombre político es el éxito, al margen de los medios empleados: El fin justifica los medios.

El gran salto relativo al laicismo se da con la Ilustración del siglo XVIII y la Revolución Francesa. La religión entonces se convierte en un asunto privado, pero la separación entre la Iglesia y el Estado no se conseguirá hasta comienzos del siglo XX. Marx anunciaría que el hombre es para el hombre el ser supremo y la religión es el opio del pueblo. Con Feuerbach, la teología se hace antropología; con Comte, el positivismo materialista es proclamado como la religión de la Humanidad. Más tarde, Nietzsche problematiza la muerte de dios, que será mi punto de partida para hablar de la secularización. Por supuesto que la Iglesia reacciona muy virulentamente contra todos los procesos de laicismo, que se dan tanto en Europa como en las nuevas repúblicas iberoamericanas, con encíclicas incendiarias. En 1925 Pío XI establece la fiesta de Cristo Rey para dejar claro que los poderes estatales deben estar sometidos a los poderes de Cristo, rey, o sea, a ellos. En concreto, declara que esta fiesta se celebrará para acusar y reparar de alguna manera la apostasía pública generada por el laicismo, tan desastroso para la sociedad.

En este contexto de enfrentamientos y condenas, algunos filósofos cristianos, principalmente Maritain, comienzan a reflexionar sobre las diferencias entre _laicidad_ y _laicismo_. La laicidad trata de distinguir, y no de oponer, entre el orden de la naturaleza y el de la gracia; entre el orden de la creación y el de la redención, pero mientras llegamos al fin último, el mundo material y humano tiene una cierta autonomía. El mundo creado por dios es un mundo bueno, que fue confiado al hombre, ser inteligente y libre y, por tanto, dotado de autonomía y capacidad para gestionar su progreso y desarrollo, si bien con la necesaria dependencia del orden moral en cuanto expresión de la voluntad creadora de dios. Esto sería la laicidad. Pero esta laicidad supone la creencia de que dios existe, de que dios es bueno, que nos ha creado y que nos ha redimido, lo cual no se puede exigir a los no creyentes y menos al Estado que tiene que legislar para toda la ciudadanía: creyentes y no creyentes. Además la tesis de Maritain supone una visión lineal del tiempo: primero es la creación y después la redención, lo que supone dos niveles de realidad: el mundo material y el espiritual, es decir, la naturaleza y la gracia. No es un tema banal, sino de consecuencias definitivas. Por eso no podemos confundir _laicidad_, que es un término cristiano, con _laicismo_, que es un término secular o político. Esta linealidad del tiempo supone una novedad introducida por el cristianismo, ya que muchas otras religiones y filosofías conciben un tiempo circular, concepto recuperado por el _eterno retorno_ de Nietzche.

El nuevo pensamiento filosófico cristiano es el que sirvió de base para definir en clave progresista el tema de la laicidad en el Concilio Vaticano II. Y digo progresista porque anteriormente no se concebía esa cierta autonomía del mundo seglar respecto al poder de la Iglesia. El concilio citado lo expresa así en la Gaudium et Spes:

Las realidades terrenales, como el Estado, la cultura, la filosofía, el arte, el derecho, la política, las ciencias y la economía, no constituyen para la fe cristiana instrumentos y medios para alcanzar el fin sobrenatural del hombre (la salvación eterna) y de la historia (la instauración del reino de Dios), sino valores en sí mismos y por tanto fines en sí mismos, dotados por consiguiente de su propia consistencia, bondad y verdad, no por el hecho de estar ordenadoscon miras al fin sobrenatural del hombre y de la historia, sino por el hecho de ser creados por Dios.

A partir de entonces, la doctrina de la iglesia declaraba que la realidad mundana, confiada a la razón y a la libertad del hombre, es por su naturaleza profana y laica, no sujeta a la tutela y vigilancia de la Iglesia, aunque sí respetuosa con ciertas normas morales. La concepción, pues, del Estado desde el punto de vista cristiano, es que el poder civil es soberano e independiente de la autoridad eclesiástica, e institucionalmente aconfesional sin competencias en el ámbito religioso, pero le corresponde garantizar a la ciudadanía la libertad religiosa, en el sentido de poder disponer de esa libertad para practicar, privada y públicamente, la religión que en conciencia estimen verdadera. Esto es para la Iglesia _laicidad_, pero no _laicismo_, que en ningún caso es admitido. La laicidad, por tanto, sería: independencia del poder civil, práctica pública de la religión y aconfesionalidad por parte del Estado. En este sentido, la Constitución española es _laicista_, pero no _laica_. Navarro Valls, que fue portavoz durante mucho tiempo del Vaticano, y destacado miembro del Opus Dei, escribía que _el punto de equilibrio es, para el Estado, la laicidad, y para la Iglesia, la independencia_. Esto en la práctica supone que el Estado tiene que ser respetuoso con la moral católica, permitir la libertad de practicar públicamente la religión, seguir subvencionando a la Iglesia Católica, pero no declarase afín a religión alguna. Sin embargo, la Iglesia debe ser independiente totalmente del poder civil.

Si fuésemos progresistas, tendríamos que empezar a reivindicar las raíces paganas de Europa frente a las pretensiones hegemónicas de las religiones monoteístas, empezando por el nombre: Europa era una princesa fenicia raptada por Zeus en forma de toro blanco, que la transportó hasta las doradas playas de Creta para fecundarla, es decir, para violarla, que es lo que Zeus acostumbraba tanto con mortales como con inmortales. Fruto de aquella fusión oriundos mediterráneos (Europa) e invasiones arias (Zeus) nació la primera cultura propiamente europea: la minoica. Sin embargo la paganidad no puede ser considerada como una época sin ética, sin creencias y sin religión. Ni mucho menos. Fueron paganos Platón, Epicuro, Diógenes o Séneca que propugnaron una ética muy estricta basada en la razón, en la filosofía. Y no digamos Plotino, que puede ser considerado como un auténtico místico. Fue la Iglesia la que definió la paganidad, palabra que proviene de paganus, que significa aldeano, rústico, ignorante. Fue un modo de desprestigiarla, cuando en realidad nuestra civilización ha bebido en sus fuentes. Y hasta la propia teología se ha fundamentado en Platón, en Aristóteles y en otros muchos filósofos. Lo que sucede últimamente con la jerarquía de la Iglesia Católica es que ni siquiera marca la frontera en la laicidad, sino que quieren más poder y más prebendas, interfiriendo tanto en cuestiones políticas como en cuestiones de libertad individual, tales como el aborto o la eutanasia. Desde Juan Pablo II ha virado hacia el fanatismo. El laicismo, desde otros presupuestos que los de la laicidad, no es que propugne solamente la separación de las iglesias y el Estado, sino que considera a aquellas como meras asociaciones de creyentes, amparadas por las leyes civiles al igual que cualquier otra asociación. Por otro lado, un estado laico no podría admitir la práctica de persecuciones políticas o administrativas contra una iglesia que se someta al Derecho Civil, pero tampoco consentiría la cesión de funciones que pertenecen al Estado, de modo que las iglesias no pueden ser entes de Derecho público, sino privado. El laicismo conlleva con su ideario una vocación universalista, racionalista y civilizadora, que no puede ser tutelada por iglesia alguna ni orientada por decretos morales emanados de ninguna religión. Otra cosa es que en muchos casos, y España fue prueba de ello, se haya confundido el laicismo con el anticlericalismo y la quema de iglesias y conventos. Pero esto no es más que barbarie. Lo peligroso es que se trate de confundir a la ciudadanía asimilando ambos conceptos. En los presupuestos universalistas y humanistas del laicismo es en los que entronca la reivindicación del laicismo como propia también del feminismo. No se puede ya hablar de sujeto universal ni de humanismo sin introducir la variable mujer como un elemento constitutivo de ambos conceptos. Pero también el feminismo debe conllevar un presupuesto laico en el sentido en que las religiones, sobre todo las monoteístas, han sido enemigas del desarrollo humano de las mujeres. Existe en las religiones monoteístas una misoginia larvada que nos impide ser sujetos de primera clase, empezando por la definición de un dios masculino. Desde esa misoginia han tratado de controlar a las mujeres y su poder reproductor, a fin de conjurar el miedo inconsciente que ellas mismas provocan en los varones.


Salu2 a tod@s y pues por primera vez no va una felicitación sino un tirón de orejas al pueblo de Nicaragua que volvió a elegir a Daniel, que mal por ellos, lo pasan mal y deciden  seguir bailando con la más fea.

Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Funciona la Meditación ?

Pues no hay evidencia científica que lo avale, pensaba escribir algo sobre este tema, y me puse a buscar en internet y hay muuuucho sobre ello, así que me limitare a exponer algunos puntos que encontré y que se encuentra muy bien resumido en el blog http://nomehagasmuchocaso.wordpress.com/2011/06/22/meditemos-sobre-la-meditacion/


Para los que buscan información objetiva sobre la meditación y sus efectos me permito recomendar este estudio de 2007 elaborado por una decena de científicos de la Universidad de Alberta para una agencia del gobierno USA. Es bastante exhaustivo (es un tocho de 470 páginas); analizan 813 estudios, de los que la mayoría destacan por su baja calidad metodológica. La conclusión es que no existen pruebas de efectos de la meditación sobre la salud en general: Está disponible entero en pdf y es muy útil para orientarse en el complejo berenjenal de técnicas, escuelas y tradiciones. Lo que menos me gusta es el uso abusivo de siglas, pero supongo que es necesario para no pasar la frontera sicológica de las 500 páginas. Aquí hay una entrevista a los autores, que en general no fueron entrevistados por ningún medio importante. Ya os habréis fijado que este tipo de estudios nunca salen el los periódicos ni en la tele.

Han hecho un trabajal… Inicialmente seleccionaron, buscando en toda clase de bancos de datos, 2,285 artículos potencialmente relevantes. La aplicación de los criterios de selección los dejó en 911. Las razones para excluir estudios eran las siguientes: (1) el estudio no estaba dirigido a estudiar la efectividad de la meditación (n= 909), (2) estudios sin grupo control (n= 280), (3) el estudio no aportaba datos medibles relacionados con la salud (n= 170), (4) el estudio no examina un grupo de población adulta (n= 9), y (5) el estudio está hecho sobre menos de 10 participantes. El trabajo distingue cinco amplios tipos de meditación: Mantra, Atención Plena (Mindfulness), Yoga, Tai Chi, y Qi Gong y los compara entre ellas y con otras alternativas como la educación sanitaria (HE).

Los resultados son demoledores para aquellos que piensan que la meditación es la solución de casi todo. No se ha demostrado que sea la solución de prácticamente nada. Ocurre algo parecido a lo que se encuentra al evaluar la calidad de los estudios que demuestran la efectividad de la acupuntura o la homeopatía: Existe una gran cantidad de estudios propagandísticos de baja calidad que pretenden haber encontrado evidencias. Los estudios más rigurosos no encuentran nada o casi nada.

Es impresionante la cantidad de cosas para las que NO SIRVE la Meditación Trascendental ®, (recordemos que es una marca registrada). No ofrece ventaja sobre la educación sanitaria para mejorar la presión arterial, ni el peso corporal, ni la frecuencia cardiaca, ni el estrés, ni la ira, ni el colesterol, tampoco sirve para controlar la ingesta alimentaria ni el nivel de actividad física en pacientes hipertensos. La Respuesta de Rejalación (RR) no es mejor que el biofeedback para reducir la presión arterial en hipertensos (lo que no quiere decir que el biofeedback funcione). El yoga no produce efectos clínicos estadísticamente significativos sobre la presión arterial en comparación con pacientes no tratados. Tampoco es mejor que el ejercicio físico para reducir el peso corporal en pacientes con trastornos cardiovasculares. La meditación budista zen en pacientes hipertensos no funciona mejor que, simplemente, tomarse la presión arterial de vez en cuando. Algunos meta-análisis no han podido hacerse. Por ejemplo, respecto al efecto sobre la drogadicción, los estudios eran demasiado heterogénos. Muchas prácticas diferentes y muchos tratamientos de los resultados que no tienen nada que ver unos con otros. Los tres mejores estudios, que estudiaron respectivamente la Atenció Plena, el RR y el Yoga son inconclusivos.

Yo mismo estoy sorprendido de unos resultados tan pobres, especialmente la meditación de Atención Plena, que tiene unos objetivos modestos (tratar la depresión) y está desprovista de elementos místicos. Finalmente, uno se pregunta, ¿sirve para algo algún tipo de meditación? Algo hay: El meta-análisis reveló que los efectos fisiológicos más fuertes y consistentes en poblaciones sanas se producen en la reducción de la frecuencia cardiaca, presión arterial y el colesterol. El efecto neuropsicológico más fuerte es en el aumento de la creatividad verbal. Hay también algunas pruebas de “antes y después” que apoyan la hipótesis de que ciertas prácticas de meditación reducen el tiempo de reacción visual, la presión intraocular, y aumentan el tiempo de contención de la respiración (no es sorprendente porque muchos tipos de meditación ejercitan el control de la respiración). La Mindfulness ha demostrado algún efecto en la prevención de la drogadicción. En el estudio comparativo del yoga para el alcoholismo se encuentra una tasa de recuperación significativamente mayor para el grupo de practicantes de yoga, aunque en ambos casos es discutible a qué se debe exactamente el efecto (cambio en el modo de vida y en el entorno social…). El estudio que comparó la RR con la relajación muscular progresiva (PMR) en alcohólicos encontró efectos en la presión sanguínea (que se mantuvo más baja que en el grupo control), pero no para las otras medidas (ansiedad, pulso, y conductividad de la piel). De manera que se puede decir que la RR y PMR produjeron cambios significativos en la tensión. Pero la baja calidad metodológica de los estudios indica que la mayoría pueden dar lugar a sobreestimaciones de los efectos del tratamiento o son difícilmente generalizables. En particular, la falta de un grupo de control correspondiente en el antes y el después de los resultados impide controlar las tendencias temporales y la sensibilidad a las características metodológicas. Por lo tanto, esto resultados deben interpretarse con cautela.

Los autores sugieren que los que quieran estudiar los efectos de estas y otras técnicas parecidas, utilicen los criterios CONSORT(Consolidated Standards of Reporting Trials) para no perder el tiempo y no hacérselo perder a los demás. Estos criterios están pensados para evitar las malas prácticas de las farmacéuticas, que intentan a menudo hacer creer en la eficacia de sus fármacos a base de estudios poco rigurosos. Pero como sucede con las farmacéuticas, el objetivo de muchos de estos estudios es hacer publicidad engañosa y se dirigen a la prensa y no a la comunidad científica, así que me temo que seguiremos leyendo por mucho tiempo eso de “estudios científicos demuestran que…”

Salu2 a tod@s y felíz cumpleaños a Martita, que te lo pases super bien

Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos.