martes, 22 de noviembre de 2011

Secularización y cambio social - Parte 2


Continuando con este tema que comenzamos aquí les traigo la segunda parte que la disfruten:

El relato del pecado original cometido por Eva es toda una estrategia programática. Eva quiere saber, Eva desobedece y se rebela, Eva tienta a Adán, Eva peca, Eva es la mala: es el mal. Todo lo que venga después lo tiene bien merecido; ella es responsable del mal del mundo, que adviene a todos nosotros por vía sexual, como casi todo lo malo. Ésta es la doctrina de Agustín de Hipona y con este comienzo y su influencia en los siglos posteriores no podemos augurar ningún futuro prometedor. A la tal Eva, el Corán ni la nombra, o sólo de pasada, lo cual es todavía peor: la innombrada, la ninguneada, la sirvienta del varón. Las religiones monoteístas sólo quieren saber de las mujeres como madres y esposas, es decir, como un mal necesario al servicio total de los varones. Las tres religiones odian la sexualidad libre, la sexualidad no reproductiva. Lo que sucede es que en el cielo cristiano la sexualidad sigue ausente: todos espíritus puros. Esa sexualidad tan denostada por los Padres de la Iglesia continúa proscrita por toda la eternidad. Sin embargo, el paraíso islámico da rienda suelta a todo lo que en esta vida se considera pecaminoso o prohibido. Allí serpentean frescos arroyos que van a desembocar en piscinas de aguas cristalinas, donde los varones fornican a placer con jóvenes huríes de ojos negros como gacelas, cuyo lote para cada varón es de setenta vírgenes; allí se embriagan con vino generoso, pueden comer el cerdo prohibido y viven gozosamente entregados a todos los placeres que tienen prohibidos en este mundo pecaminoso. 

No es de extrañar la cantidad de mártires dispuestos a morir y pasar de sus miserables vidas a ese jardín de delicias. Lo que es malo aquí, resulta que es el premio que Aláh otorga a los creyentes. Sin embargo, ninguna mujer creyente puede entrar en el paraíso si su marido no está contento de ella y conforme con su conducta. Existen, pues, miles de argumentos
para demostrar que la consecución de un Estado laico beneficia, sobre todo, a las mujeres y constituye una reivindicación propiamente feminista. Bastaría una perla aunque hay miles - del Concilio de Mâcon, en el 585, en el que un tal Alcidalus Valeus presenta un trabajo titulado Disertación paradójica en la que se intenta demostrar que las mujeres no son criaturas humanas. ¿Paradójica? ¿Qué significa aquí paradójica? Me imagino algo así como aunque ustedes las vean como bípedos implumes, no piensen que son humanas, no, sino más bien gallinas. Se cuenta que los sucesores de Platón en la Academia de Atenas dedicaron mucho tiempo en definir qué era un hombre, hasta llegar a la conclusión de que era un bípedo implume, es decir, que tenía dos piernas o patas como las gallinas, pero no tenía plumas. Ante semejante estupidez, Diógenes desplumó una gallina, la arrojó por encima de la tapia y exclamó: ¡Ahí tenéis a un hombre!. Lo que me extraña es que el tal Alcidalus, nacido de mujer supongo, no cayera en la cuenta de que animales de distintas especies no se pueden cruzar para reproducirse, por lo tanto, o el era también una especie de gallina o su madre tenía que pertenecer necesariamente a la raza humana. Y aquí se resuelve la paradoja que él plantea.

Un estado meramente aconfesional puede estar apoyando doctrinas totalmente misóginas, a la vez que paga a profesores de las distintas religiones para aleccionar a niños y jóvenes, lo cual hipoteca un futuro de carácter laico. Este comportamiento políticamente correcto se contrapone absolutamente a la valiente postura de la antigua diputada holandesa de origen somalí, Ayaan Iris Alí, disidente del Islam, que ha tenido que exiliarse a EE.UU. por criticar la falta de valentía europea respecto a las famosas caricaturas de Mahoma, las cuáles provocaron descabellados conflictos diplomáticos. En una conferencia que se celebró en Berlín comenzó diciendo: Estoy aquí para defender el derecho a ofender. Esos intelectuales que viven gracias a la libertad de expresión, pero aceptan la censura, esconden su mediocridad de espíritu con palabras grandilocuentes como responsabilidad y sensibilidad, pero son unos cobardes. Debería darles vergüenza también a esos políticos que afirmaron que publicar y reproducir los dibujos era innecesario, insensible e irrespetuoso, que estaba mal. Creo que el profeta se equivocó al situarse a sí mismo y sus ideas por encima de las críticas. Creo que el profeta Mahoma se equivocó al dictar que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres.

El respeto con las iglesias y religiones sólo tiene un límite: el mismo que se debe a cualquier institución o sociedad privada. Imaginaos que no pudiéramos criticar a los partidos políticos, a la judicatura, a las asociaciones de empresarios, a los sindicatos. La democracia dejaría de existir. Sin embargo, los gobiernos claudicaron ante las iracundas protestas de los clérigos islámicos. Aquello fue una vergüenza para Europa. Hasta ahora no he hecho más que hablar de un tipo de secularización relativa a la separación de la Iglesia y del Estado, el laicismo, pero la secularización no acaba aquí. Desde este concepto en sentido amplio es desde el que podemos realmente hacer un análisis del verdadero o ficticio cambio social. Ahora, pues, vamos a olvidarnos de las iglesias y religiones para mirarnos a nosotros mismos, a la sociedad civil. Al contrario de lo que pudiera creerse, no fue Nietzsche quien decretó la muerte de dios. Ya lo habían hecho Hegel y Heine, y en cierto sentido el pensamiento de la Ilustración, aunque dios ya venía agonizando desde el Renacimiento. Lo que se plantea Nietzsche es que el optimismo generado por la muerte de dios no respondía a la realidad, porque Dios no era sólo el ser supremo, fundamento de las religiones, sino fundamento también de las instituciones, de la moral, de la ley, de la razón. No, no se había matado a dios, sólo se había hecho un ajuste de cuentas con las iglesias cristianas, con su práctica dogmática y su poder. Pero dios seguía reinando en todo pensamiento trascendente, en la metafísica, en las leyes, en la política. Digamos que una serie de conceptos como dios, la Razón, el Sujeto, el Estado, el Progreso, el Desarrollo, la Revolución y otros valores absolutos son funcionalmente intercambiables. Todos aquellos valores que consideremos absolutos o sagrados siguen manteniendo a Dios vivo y actuante. Los que presumen de ateos o de laicistas, pero siguen sacralizando otras realidades ni son laicos ni son ateos. Simplemente creen en otras cosas, absolutizan realidades intercambiables. Para Nietzsche la metafísica monoteísta siguen siendo el fundamento para la representación de un mundo que se dice verdadero. Como bien escribe en la Gaya Ciencia: dios ha muerto: pero los hombres son de tal naturaleza que, tal vez durante milenios, habrá cuevas donde seguirá proyectándose su sombra. Y respecto a nosotros ¡habremos de vencer también a su sombra.

La verdadera secularización consiste, pues, en renunciar a esa enfermiza aspiración a la verdad, que es siempre mi verdad; en renunciar a la búsqueda del fundamento de la realidad y del conocimiento, a la moral definitiva, a las obediencias ciegas, al culto a la personalidad y a otros muchos absolutos que para Nietzsche conducen al nihilismo de la abstracción porque nos separan de la naturaleza y de la vida. Esta confrontación con toda la metafísica confirman a Nietzsche como un adelantado de la postmodernidad. Todo lo humano es relativo, quiere decir que está en devenir, que nada es absoluto en nuestra dimensión, por eso tal vez el primer discurso del Papa actual, Benedicto XVI, fue contra el relativismo. Las iglesias sólo pueden vivir en lo absoluto, pero luego se las arreglan para interpretarlo de una forma relativa. Por ejemplo, no matarás es un imperativo de la ley mosaica, sin embargo es relativo si se trata de matar a los que no pertenecen a la propia iglesia. No tenemos más que ver las interminables guerras de religión que han asolado Europa, las matanzas de infieles por parte de los cruzados, los progroms contra los judíos, los asesinatos en masa de cátaros y albigenses, los crímenes de la Santa Inquisición contra los indígenas de América o las llamadas brujas, que se llevaron por delante a ocho millones de mujeres sólo en Europa. Y sin embargo claman por la vida cuando se trata del aborto o de la eutanasia. La secularización combate tanto el nihilismo como el fanatismo. Pero ¿qué se entiende hoy por nihilismo? Un filósofo francés actual, André Compte-Sponville, lo define así: los nihilistas, para mí, son las personas que no creen en nada, que no respetan nada, que no tienen valores, ni principios, ni ideales. Un nihilista es alguien al que no le interesa nada más que su pequeña trivialidad, sea el sexo, el dinero o el lujo.

Sin embargo, la persona secularizada tiene ideales, tiene proyectos altruistas, vive incluso una cierta espiritualidad que contrariamente a lo que se cree no necesita del soporte de una religión determinada. La secularización supone una verdadera ética que prescinde de las verdades absolutas, pero que se compromete con la búsqueda de la mayor realización humana que podamos alcanzar. La secularización comporta el riesgo de asumir la vida tal cual es, con todas sus incertidumbres, sus fracasos o sus logros, con todos sus riesgos y con todo el gozo de vivir. Que la secularización constituya un motor para el cambio social no puede reducirse a que aspiremos a conseguir un Estado laico, sino a que seamos capaces de desprendernos de todas las verdades absolutas que nos dan seguridad, de todas las creencias que nos consuelan, de todas nuestras ideas fijas sobre el desarrollo, el progreso, la igualdad e incluso el feminismo, ya que todo debe estar sometido a revisión y actualización. Muchas veces confundimos los ideales con simples ideas fijas, ideas neuróticas al fin. Vivimos en un momento histórico en el que las verdades absolutas y las adhesiones incondicionales no tienen mucho sentido. La nueva epistemología de la Ciencia nos habla de un mundo en devenir en el que el futuro no está contenido en el presente, como diría Ilya Prigogine, premio Nobel de Química; un mundo en el que existen muchas realidades paralelas, y es el sentido de la visión o de la cosmovisión el que determina cuáles de ellas puede realizarse en un momento histórico determinado, por eso he citado al principio de Schrödinger, uno de los padres de la física cuántica. Propongo, pues, cambiar nuestro imaginario, como ciudadanas y ciudadanos del siglo XXI, a fin de crear un mundo que no sea más de lo mismo, en el que no aspiremos a realizarnos según un modelo de éxito predeterminado por la política mediática capitalista. Precisamente, los tiempos de crisis nos brindan grandes oportunidades para el cambio. Deberíamos, pues, secularizar la política y dejar de considerarla como una alternancia necesaria entre derechas o izquierdas. No: hay toda una política por inventar. Secularizar la economía, cuyos dogmas afortunadamente están cayendo. Ya sabemos que el mercado no se regula por sí mismo: el factor humano es decisivo. Secularizar las revoluciones, que practican un mesianismo laico, pero no secularizado, ya que la revolución se convierte en un absoluto que pretende trascender todos los demás valores y realidades, trascender al individuo y a la vida misma y, por tanto, es un nihilismo. Secularizar los nacionalismos, que son una especie de religión por encima de las personas con la creencia en una identidad abstracta quasi sagrada que confiere sentido a la existencia humana unida a un territorio. Secularizar todos los dogmas: sobre la moda, sobre la juventud, sobre la competitividad, sobre el saber académico, sobre el arte, sobre los conceptos de mujer y varón. Tenemos todo un programa por delante. El objetivo de este curso es el de impartir nuevos saberes, provocar nuevas actitudes y no caer en los manidos lugares comunes de siempre. ¿Desde qué óptica? Desde la óptica de la superación del Patriarcado, que no es más que un sistema de dominación estructural que ha ido tomando formas diversas a lo largo de la Historia: esclavismo, feudalismo, colonialismo, mercantilismo, comunismo, capitalismo neoliberal. Todos ellos sistemas fundamentados sobre el dominio de la naturaleza, la subordinación de las mujeres y la guerra como institución. Todos ellos sustentados por aparatos ideológicos a los que las diversas iglesias no son ajenas. Un programa que consiste en pensar lo que todavía no ha sido pensado acerca de lo que todo el mundo opina, pero sin conocimiento de causa. Éste debería ser también el objetivo de todo saber universitario, es decir, de todo saber universal.

Conferencia inaugural del curso sobre LAICISMO organizado por la Fundación Matria y la UNIVERSIDAD DE SEVILLA, 21 de octubre de 2009.

Salu2 a tod@s y Felicidades a Tatiana M. fue nombrada Reyna del Casino Santaneco, en hora buena

Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos

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