martes, 11 de enero de 2011

Diagrama para entablar Debates

Pasa continuamente en la vida real pero en internet es aún más visible, más preocupante. Los usuarios, los visitantes, los lectores, no entran en los foros, webs o blogs con ánimo de aprender, con ganas de cambiar puntos de vista y aceptar propuestas… no.
En su lugar nos encontramos con posiciones cada vez más arrinconadas y absurdas luchando por mantenerse en pie. Un estúpido e irracional comportamiento que nos conduce a no movernos ni un ápice de lo que pensamos. No queremos debatir, queremos imponer nuestra opinión a toda costa sin importarnos un pimiento si es cierta o no. En ocasiones no parece que internet sea un genial invento para compartir sino para no moverse.
Da lo mismo si se trata de un debate sobre ciencia, pseudociencia, religión o política. No importa… lo cierto es que la postura de algunos es llegar soltar su sermón e irse con lo que trajeron. No importa lo que aportes, las pruebas, los hechos, la realidad, los datos: Hay a quienes les da igual. No entran a aprender, entender o corregir si están equivocados. Entran a no moverse, a no cambiar, a no pensar, a no razonar, a no debatir, a no cambiar nunca y bajo ninguna circunstancia ni dato de opinión.
Me gusta este diagrama (clic en la imagen para ampliar)
Buscando información sobre las sofismas o falacias lógicas, he encontrado un libro muy interesante, en formato digital, que resume, cataloga y ejemplifica una gran cantidad de falsos argumentos de una forma muy amena e interesante. Se trata del Diccionario de Falacias de Ricardo García Damborenea.

Los argumentos sirven, como sabemos, para sostener la verdad (verosimilitud, conveniencia) de una conclusión. Con frecuencia, sin embargo, los construimos mal, con lo que su finalidad no se alcanza.

También con frecuencia, empleamos argumentos aparentes con el fin de engañar, distraer al adversario o descalificarlo. A todas las formas de argumentación que encierran errores o persiguen fines espurios, los llamamos falacias. El término procede del latín fallatia, que significa engaño, y lo empleamos como sinónimo de sofisma, palabra que acuñaron los griegos para designar el argumento engañoso.

Ya se ve que la terminología es imprecisa porque mezcla errores de razonamiento (por ejemplo una generalización precipitada), con maniobras extra-argumentales (por ejemplo un ataque personal), e incluye también los falsos argumentos que se emplean con la intención de engañar o desviar la atención (por ejemplo la falacia ad ignorantiam, la pista falsa o las apelaciones emocionales). Todos tienen una cosa en común: adoptan la apariencia de un argumento e inducen a aceptar una proposición que no está debidamente justificada. Unas veces nos engaña nuestro juicio y otras las mañas de nuestro interlocutor.

Ocurre con las falacias como con los dioses del panteón greco-romano: son tantas y con parentescos tan embrollados que cualquier intento de clasificación resulta inútil. Desde que Aristóteles redactara sus Refutaciones Sofísticas hasta hoy, no han aparecido dos libros sobre esta materia que recogieran el mismo ordenamiento. Es mucho más fácil clasificar insectos porque plantean menos problemas conceptuales y están mejor definidos. Los fallos argumentales, por el contrario, son escurridizos y ubicuos: un mismo error puede constituir varios sofismas a la vez.


Debatir racionalmente es una excelente forma de aprender cosas nuevas, pero día a día nos encontramos con personas que no están dispuestas a debatir, sino que están convencidas de que lo que saben es cierto, y no aceptarán nunca cambiar de opinión.

Muchas veces estas personas somos nosotros, y no nos damos cuenta que el debate no va a llevar a nada útil y que es una pérdida de tiempo total. También puede pasar que además de ser una pérdida de tiempo se transforme en una pelea personal, en la que está en juego el orgullo de cada uno, como quedó demostrado en el hilo de facebook cuando postee un comentario sobre la homilía del día de reyes del papa.

Si queremos que nuestros debates y discusiones sean provechosos, debemos saber cómo hacerlo correctamente, con ciertas reglas que están universalmente aceptadas y que sí, también se pueden cuestionar, pero han demostrado ser las más eficientes. En muchas ocasiones, cuando se debate con una persona que sostiene una postura religiosa o pseudocientífica, es probable que el debate esté condenado desde el principio, porque las dos partes prácticamente hablan en distintos idiomas.

Cuando estamos convencidos de una idea, creemos que tenemos los fundamentos suficientes, y que estaríamos dispuestos a cambiar de opinión si la otra persona nos muestra una cantidad de pruebas suficientes de que está en lo correcto, podemos hacerle saber cuáles son los requisitos para proceder con el mismo, antes que se vuelva una lucha de orgullos.
fuentes : www.amazings.es, http://www.pseudociencias.com/
Salu2 a tod@s y Felíz cumpleaños a Nelos que mañana esta de cumpleaños
Mr. Moon.
La vida es un 10% como viene y un 90% como la tomamos

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